lunes, 9 de marzo de 2015

QUIETO



Diómedes  Cordero



Dice Jean Bollack que: “A pesar de los obstáculos, los textos acaban por abrirse ellos mismos el camino que conduce a su comprensión a lo largo del tiempo”. Víctor Manuel Pinto, sin posiblemente negar la afirmación de Bollack, pareciera intentar contribuir con el trabajo esclarecedor del tiempo, en relación a su último libro de poemas publicado: Quieto (Valencia: Kavrial Editores Independientes, 2014), cuando en “Nota del autor” sostiene: “Gang Bang a la Musa, no significa más que eso, conversaciones conmigo mismo producto del trabajo, de ejercicios con la música y el lenguaje, como en el Canto a Ginsberg; es el registro de las voces que se hacen presentes durante el proceso creativo, la cartografía para ahondar más en el terreno de las impresiones, seguir mis aproximaciones y limitados discernimientos en cuanto algunos aspectos de la creación poética y el creador. El tono reiterativo en los argumentos y su aparente dispersión, obedece al intento de retratar la velocidad y mecanicidad del pensamiento asociativo e inconformidad con mi limitada comprensión de la creación poética; resultado inmediato del desconocimiento de todo lo que nos influye y posee frente a nuestra pasiva condición, durante la escritura sin que veamos su rostro, como un amante detrás de un tabique en un baño público.” (el subrayado es nuestro).



“Gang Bang a la Musa”, la parte final del libro, pudiera leerse como la poética explícita de Quieto. Pinto, parece privilegiar la construcción del texto (lo construido), la textualidad, al hacer depender el sentido de los materiales y procedimientos constitutivos del poema: el subtítulo “SERIE Glory Hole” y el texto “CANTO A GINSBERG”, que abre “Gang Bang a la Musa”, escrito en inglés (la traducción a efecto de la escritura de esta nota, se debe a Luis Moreno Villamediana), asociaría Quieto a Aullido, no con el fin de la intertextualidad sino con el posible procedimiento de relacionar Quieto con el ya clásico poema de Ginsberg, a fin de compartir el mismo fin: la exposición de los materiales “negativos” de la cultura moderna como camino hacia la expansión del placer y la belleza del ser humano.

VMP y Daniel Oliveros. Presentación de Quieto. FILUC 2014. Valencia, Venezuela. Foto: Francisco Delgado Bravo



Víctor Manuel Pinto al asociar Quieto a Aullido, estaría intentando, desde su confesada compresión limitación de la creación poética, dispersar mediante la manifiesta, y paradójica, voluntad de autonomía poética la potencia de la escritura como posibilidad de desvelamiento de la vida y la cultura de la pobreza, del barrio, en que la exposición de la mecanicidad de las relaciones políticas y sociales, económicas y culturales, emocionales y sexuales (Gurdjieff) no sólo desprenderían la constitución y el sentido poético del referente, a través del trabajo sobre la lengua y el pensamiento (una voz) sino que, como lo señalan los versos de Alejandro Castro, en el epígrafe principal del libro: “Estoy absolutamente dispuesto a recordarle / a cada negro judío feo / enano bruto viejo indio bizco / calvo zurdo pobre etcétera / y etcétera que compartimos bando”, Quieto, en su asociación con Aullido, intentaría religar, nuevamente, apelando a una especie de teología negativa, los desamparados, los pobres, los a la intemperie, del barrio, de las barriadas del país, por medio de la creación de una nueva realidad poética, donde la acción crítica consciente del alcance de los materiales y procedimientos, la construcción del poema, intenta expandir la tradición poética venezolana.


Texto publicado en el  Papel  Literario del diario El Nacional, el  24 de noviembre  2014. 



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