Diómedes Cordero
Dice Jean Bollack que: “A pesar de los obstáculos, los
textos acaban por abrirse ellos mismos el camino que conduce a su comprensión a
lo largo del tiempo”. Víctor Manuel Pinto, sin posiblemente negar la afirmación
de Bollack, pareciera intentar contribuir con el trabajo esclarecedor del
tiempo, en relación a su último libro de poemas publicado: Quieto (Valencia: Kavrial Editores Independientes, 2014), cuando en
“Nota del autor” sostiene: “Gang Bang a la Musa, no significa más que eso,
conversaciones conmigo mismo producto del trabajo, de ejercicios con la música
y el lenguaje, como en el Canto a
Ginsberg; es el registro de las voces que se hacen presentes durante el
proceso creativo, la cartografía para ahondar más en el terreno de las
impresiones, seguir mis aproximaciones y limitados discernimientos en cuanto
algunos aspectos de la creación poética y el creador. El tono reiterativo en
los argumentos y su aparente dispersión, obedece al intento de retratar la
velocidad y mecanicidad del pensamiento asociativo e inconformidad con mi
limitada comprensión de la creación poética; resultado inmediato del
desconocimiento de todo lo que nos influye y posee frente a nuestra pasiva
condición, durante la escritura sin que veamos su rostro, como un amante detrás
de un tabique en un baño público.” (el subrayado es nuestro).
“Gang Bang a la Musa”, la parte final del libro,
pudiera leerse como la poética explícita de Quieto.
Pinto, parece privilegiar la construcción del texto (lo construido), la
textualidad, al hacer depender el sentido de los materiales y procedimientos
constitutivos del poema: el subtítulo “SERIE Glory Hole” y el texto “CANTO A
GINSBERG”, que abre “Gang Bang a la Musa”, escrito en inglés (la traducción a
efecto de la escritura de esta nota, se debe a Luis Moreno Villamediana),
asociaría Quieto a Aullido, no con el fin de la
intertextualidad sino con el posible procedimiento de relacionar Quieto con el ya clásico poema de
Ginsberg, a fin de compartir el mismo fin: la exposición de los materiales
“negativos” de la cultura moderna como camino hacia la expansión del placer y
la belleza del ser humano.
VMP y Daniel Oliveros. Presentación de Quieto. FILUC 2014. Valencia, Venezuela. Foto: Francisco Delgado Bravo |
Víctor Manuel Pinto al asociar Quieto a Aullido, estaría
intentando, desde su confesada compresión limitación de la creación poética,
dispersar mediante la manifiesta, y paradójica, voluntad de autonomía poética
la potencia de la escritura como posibilidad de desvelamiento de la vida y la
cultura de la pobreza, del barrio, en que la exposición de la mecanicidad de
las relaciones políticas y sociales, económicas y culturales, emocionales y
sexuales (Gurdjieff) no sólo desprenderían la constitución y el sentido poético
del referente, a través del trabajo sobre la lengua y el pensamiento (una voz)
sino que, como lo señalan los versos de Alejandro Castro, en el epígrafe
principal del libro: “Estoy absolutamente dispuesto a recordarle / a cada negro
judío feo / enano bruto viejo indio bizco / calvo zurdo pobre etcétera / y
etcétera que compartimos bando”, Quieto,
en su asociación con Aullido,
intentaría religar, nuevamente, apelando a una especie de teología negativa,
los desamparados, los pobres, los a la intemperie, del barrio, de las barriadas
del país, por medio de la creación de una nueva realidad poética, donde la
acción crítica consciente del alcance de los materiales y procedimientos, la
construcción del poema, intenta expandir la tradición poética venezolana.
Texto publicado en el Papel Literario del diario El Nacional, el 24 de noviembre 2014.
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