viernes, 6 de marzo de 2015

2 Poemas de Pier Paolo Pasolini




CORRÍA EL CREPUSCULO FANGOSO

Corría en el crespúsculo fangoso,
detrás de grúas torcidas, de andamios
mudos, por barrios impregnados
del olor de herrumbre y de harapos
asoleados, que dentro de una costra
de tierra, entre casuchas de latones,
desaguaderos, alzaban sus paredes
nuevas y ya arruinadas contra un fondo
de lívida ciudad.
                                    Sobre el asfalto
derruido, entre penachos de pastizales acres
de excrementos y baldíos de barro
negro –que la lluvia excavaba
con tibiezas infectas- las enormes
filas de ciclistas, los quejumbrosos
camiones de madera, se perdían
cada tanto, por centros de suburbios
donde ya algún bar ofrecía círculos
de blancas luces, y bajo la lisa
pared de una iglesia se distendían
viciosos, los muchachos
                                    En torno a rascacielos
populares, ya viejos, los marchitos
huertos y fábricas erizadas de grúas
se estancaban en un febril silencio.
Pero un poco más allá del centro iluminado,
a un costado de aquel silencio, azul
una calle asfaltada parecía
inmersa en una vida  sin memoria,
tan intensa como antigua. aunque raros,
brillaban los focos de una agria luz
y las ventanas todavía abiertas
blancas de telas tendidas, palpitaban
de voces íntimas. en los umbrales
estaban las ancianas y con sus ropas
casi de fiesta, y límpidos, bromeaban
abrazados los muchachos, con hembras
más precoces que ellos.
                                    Todo era humano
en esa calle, y allí estaban apiñados
los hombres en ventanas y veredas,
con su harapos, con sus luces…

Parecía incluso en su más íntima
y miserable habitación, el hombre
sólo acampara allí, y de otra raza fuera,
aferrado a su barrio bajo un viento
pegajoso y polvoriento y no fuera
Estado el suyo, sino una confusa
pausa.
            Y aun quien pasaba y miraba
sin la urgente necesidad inocente,
buscaba, extraño, una comunión,
al menos en la fiesta del pasar y mirar.
Sólo la vida alrededor: pero en ese mundo
muerto, para él, había un presagio de Realidad.





SOLO UNA RUINA…

Sólo una ruina y el sueño de un arco,
o de una bóveda románica o romana,
en un prado donde el sol serpentea
con el calor calmo de un mar,
caída, sin amor, la ruina. Uso
y liturgia, ya extintos totalmente
perviven en su estilo – y en el sol –
para quien sepa de su presencia y poesía.
Das dos pasos y estás en la Apia
o en la Tuscolana, allí todo es vida
para todos. Un cómplice mejor
por el contrario, de esa vida
es quien de estilo ni de historia sabe.
Se truecan sus sentidos en la sórdida paz,
violencia o indiferencia. Miles,
miles de personas, polichinela
de una modernidad de fuego, en el sol
cuyo significado está presente,
oscuras se entrecruzan pululando
por las veredas deslumbrantes, contra
las casas INA y un fondo de cielo.
Soy una fuerza del Pasado.
Sólo en la tradición está mi amor.
Yo vengo de las ruinas, las iglesias,
los retablos de altar, de las aldeas
perdidas por los Apeninos o Pre-Alpes,
donde vivieron los hermanos franciscanos.
Voy por la Tuscolana como un loco,
como un perro sin dueño por la Apia.
O miro sobre Roma los crepúsculos,
y las mañanas sobre la Ciociaria,
sobre el mundo, como a estos actos
primeros de la Post-historia, a los que asisto
por privilegio de registro cívico,
desde el límite extremo de una edad
sepulta. Es monstruoso haber nacido
de las vísceras de una mujer muerta.
Yo, feto adulto, vago,
más moderno que todos los modernos,
buscando hermanos que no existen más.






Pier Paolo Pasolini






Corría en crepúsculo fangoso, y Solo una ruina... fueron publicados en el número 137 de  revista Poesía del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC.  Ambos textos completan un trabajo de Esteban Gabriel Nicotra, bajo el título de Pier Paolo Pasolini: En la Cruz de la Poesía.



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