Todo aquél que anda de noche arrastrando las cadenas, lleva un dolor en
el alma y va ocultando una pena.
Lamento Jibaro
El Gran Combo de
Puerto de Rico.
¿Qué es la
poesía?, ¿Quién la hace?, ¿Para qué sirve?, ¿Quién la valora? A lo largo de la
historia de este género de la literatura,
los hombres han engordado de respuestas a estas preguntas, y cada una,
independientemente de su veracidad o no, ha servido como base para enmarcar,
catalogar, incluir y marginar, a quienes en teoría se han proporcionado un
concepto de este género literario a
través del trabajo propio, o ajeno, apoyados en el estudio de otras obras.
Existen quienes le han dado un provecho, otorgándole una funcionalidad dentro
de la sociedad, y abundan, quienes se han atrevido, basados en sus propias ideas,
juicios y subjetividades, a clasificar e identificar la calidad de lo que como poesía
se concibe. En fin, sería una tarea kafkiana tratar de poner la cruz en el mapa
histórico de la expresión de los hombres, y saber en qué momento el canto a la
tierra y la lluvia del aborigen, se convirtió en el espacio para el desarrollo
de la confesión de nuestras intimidades, sostenidas en flacas estructuras
formarles de la lengua, siempre encaminadas a la complacencia del gusto
externo; todo esto, en nuestra lamentable comodidad, a solas.
Para el hombre
que violentando las leyes de los hombres encaminó su propia vida a la
limitación de sus libertades ciudadanas,
los elementos comunicativos inherentes a sí mismo, adquieren una nueva y
mayor significación dentro de su confinamiento. Para el preso de su condición
psicológica, el preso de su estado emocional, para el preso de su terrible
condición y marginación social, el lenguaje puede convertirse en un chuzo agudo
para defenderse de sus propios enemigos y demonios. Para ese ser humano
confinado a la celda y a la lotería fatal de los pabellones penales, el silencio
y la soledad de un calabozo no es más que el patio donde se baten a duelo sus
pensamientos, hechos bulla mental, recreados en asociaciones ilusorias, en
proyecciones que se repiten y repiten hasta llevarlo al reflejo físico de la
ansiedad. El que preso así vive y muere bajo el sello de defectuoso, de escoria
de la masa educada y civil que nos suponemos, el lenguaje puede ser el lugar
común de una llave, donde a través de la expresión de su mundo interior
matizado con la red simbólica de su entorno, encontremos precisamente ese lugar
donde somos comunes, donde el lamento es el canto de la constatación de nuestra
semejanza en la vulnerabilidad.
Para estos
hombres la importancia de una respuesta esnobista, pretensiosamente certera, a
lo que es la poesía no tiene cabida. No
quieren, menos buscan, una posición dentro de un mundo literario
que denote sus existencias, lo que son
frente al hecho expresivo de buscarse, nombrarse, negarse o reafirmarse a
través del lenguaje desde sus singulares condiciones. Estos hombres venezolanos
en varias prisiones del país, escriben y reflexionan sobre sí mismos y su
escritura, lo hacen desde el furor agridulce del lamento, desde adentro hacia
afuera, con la clara contundencia de quien se observa y descubre su realidad
inmediata, su presente más exacto, en silencio, y a solas.
Víctor
Manuel Pinto
Los textos seleccionados para
esta muestra fueron escritos por privados de libertad en varios centros
penitenciarios venezolanos, y se encuentran incluidos en libros antológicos
sobre literatura penitenciaria. Fueron revisados los trabajos de la religiosa
Marita King (Los presos también sueñan)
así como varios volúmenes preparados por la Casa Nacional de las Letras Andrés
Bello, dentro del sistema nacional de talleres literarios en espacios no
convencionales.
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