martes, 24 de marzo de 2015

Lamento Jíbaro



Todo aquél que anda de noche arrastrando las cadenas, lleva un dolor en el alma y va ocultando una pena.

Lamento Jibaro
El Gran Combo de Puerto de Rico.




¿Qué es la poesía?, ¿Quién la hace?, ¿Para qué sirve?, ¿Quién la valora? A lo largo de la historia de este género de la literatura, los hombres han engordado de respuestas a estas preguntas, y cada una, independientemente de su veracidad o no, ha servido como base para enmarcar, catalogar, incluir y marginar, a quienes en teoría se han proporcionado un concepto de este género literario a través del trabajo propio, o ajeno, apoyados en el estudio de otras obras. Existen quienes le han dado un provecho, otorgándole una funcionalidad dentro de la sociedad, y abundan, quienes se han atrevido, basados en sus propias ideas, juicios y subjetividades, a clasificar e identificar la calidad de lo que como poesía se concibe. En fin, sería una tarea kafkiana tratar de poner la cruz en el mapa histórico de la expresión de los hombres, y saber en qué momento el canto a la tierra y la lluvia del aborigen, se convirtió en el espacio para el desarrollo de la confesión de nuestras intimidades, sostenidas en flacas estructuras formarles de la lengua, siempre encaminadas a la complacencia del gusto externo; todo esto, en nuestra lamentable comodidad, a solas.


 Para el hombre que violentando las leyes de los hombres encaminó su propia vida a la limitación de sus libertades ciudadanas,  los elementos comunicativos inherentes a sí mismo, adquieren una nueva y mayor significación dentro de su confinamiento. Para el preso de su condición psicológica, el preso de su estado emocional, para el preso de su terrible condición y marginación social, el lenguaje puede convertirse en un chuzo agudo para defenderse de sus propios enemigos y demonios. Para ese ser humano confinado a la celda y a la lotería fatal de los pabellones penales, el silencio y la soledad de un calabozo no es más que el patio donde se baten a duelo sus pensamientos, hechos bulla mental, recreados en asociaciones ilusorias, en proyecciones que se repiten y repiten hasta llevarlo al reflejo físico de la ansiedad. El que preso así vive y muere bajo el sello de defectuoso, de escoria de la masa educada y civil que nos suponemos, el lenguaje puede ser el lugar común de una llave, donde a través de la expresión de su mundo interior matizado con la red simbólica de su entorno, encontremos precisamente ese lugar donde somos comunes, donde el lamento es el canto de la constatación de nuestra semejanza en la vulnerabilidad.


Para estos hombres la importancia de una respuesta esnobista, pretensiosamente certera, a lo que es la poesía no tiene cabida. No quieren, menos buscan, una posición dentro de un  mundo literario que denote sus existencias, lo que son frente al hecho expresivo de buscarse, nombrarse, negarse o reafirmarse a través del lenguaje desde sus singulares condiciones. Estos hombres venezolanos en varias prisiones del país, escriben y reflexionan sobre sí mismos y su escritura, lo hacen desde el furor agridulce del lamento, desde adentro hacia afuera, con la clara contundencia de quien se observa y descubre su realidad inmediata, su presente más exacto, en silencio, y a solas.



Víctor Manuel Pinto





Los textos seleccionados para esta muestra fueron escritos por privados de libertad en varios centros penitenciarios venezolanos, y se encuentran incluidos en libros antológicos sobre literatura penitenciaria. Fueron revisados los trabajos de la religiosa Marita King (Los presos también sueñan) así como varios volúmenes preparados por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, dentro del sistema nacional de talleres literarios en espacios no convencionales.




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