Hace poco más de diez años me encontré con la poesía de Jorge Gustavo Portella. Una serie de poemas pertenecientes a su libro Resquicios, (trabajo que reúne dos poemarios: Cruel, con el que fue merecedor del Premio de Poesía “Tomás Alfaro Calatrava” auspiciado por el CONAC y el Libro de los falsos navíos fatigados). El valor, la crudeza y al mismo tiempo la ternura de la obra de Portella, me abrieron un nuevo horizonte de búsqueda.
Guardé aquellos poemas publicados
en una revista dominical encartada en un diario de la ciudad de Valencia,
recuerdo haberlos mecanografiado, recuerdo incluso haberlos pegado en la pared
de mi cuarto, y con el tiempo, la tarea de ubicar al poeta, de agradecerle en
cierta forma el haber direccionado un poco mi confusión hacia lo que considero esencial
en la poesía, también se fue quedando en un recuerdo.
Fue hasta el año pasado (2011) en
una del centro de Valencia, escondido entre un montón de libros, alumbraba una
pieza de arte Moche, cultura que
habitó entre el 100 a .
C. y el 700 d. C, el antiguo Perú, país donde nació Jorge Gustavo Portella en
1973. Ese hermoso objeto de arte ilustra la portada de Resquicios; 10 años más tarde al fin tenía el libro en mis manos. Los
versos se reconfiguraban en una memoria emocional que los reconocía nuevamente,
sentí más cercanía y empatía, sin embargo, una vez más, pospuse su búsqueda y
el encuentro.
Resquicios es un libro agudo, una mirada afilada a hechos
cotidianos, pero sin el abordaje fácil al que estos hicieran su remisión en
lenguaje. Los textos son la visión integradora de una mirada que desglosa y
separa el mundo para reordenarlo a través de una perspectiva sensible en la que
se tiene conciencia del cuerpo y su fragilidad, su poca pertenencia a un alma
que deambula y duda influenciada por los choques externos: Una parte del cuerpo en el aire / siempre sujeta a su destino
(p.17) Leemos un sufrimiento por la impermanencia de la unidad, por el
desconsuelo de la deconstrucción física, una mezcla entre esclavitud y
automatismo continuo: tantas maneras /
para quebrarse siempre en el mismo espejo (p.16).
A pesar de una oscuridad en la
atmósfera de los textos, no es una escritura de quejumbrosa. La poesía de
Portella mira a través de resquicios
un mundo donde la conciencia no es un amague o un golpe de suerte, sino una luz
más perenne. Se observan en sus poemas instantes luminosos, que parecieran
emerger de esa luz atesorada, momentos que nos dejan un sentido de alcance y
perdida simultáneamente: voces inútiles
en las esquinas / donde el recuerdo asoma sus borrachos / y la luz mestiza cede
/ como los ojos bajos de aquel amor (p.18)
Sin embargo, pese al sufrimiento
al que nos envía el no poder asir lo sublime, Cruel, primer libro de Resquicios,
es un trabajo enormemente tierno, las imágenes cotidianas con los elementos que
la conforman orbitan alrededor de un cariño brillante, creando así un sistema
personal que al mismo tiempo se hace colectivo, haciéndonos participantes de su
experiencia: Pareces / un vagón del metro
/ más pequeña más frágil / como cristal
cediendo lentamente (…) inevitable amor de último momento / desesperado /
urgente // mi lugar. (p.20)
Jorge Gustavo Portella sufre el
llamado de una vida y la falta de atención por esa vida. Intuye y combate los
peligros del ego, la vanidad, el Diablo: va
grabando su nombre / nos consume cada vez que triunfamos. // nos distraen las
pequeñas batallas / y nos vence (p.21). El deseo y el esfuerzo por unificar
el sistema interior que rige la visión perceptora del mundo externo, y la
observación de los procesos internos esa unión es uno de los trabajos de un
poeta real a lo largo de su vida: quizás
los más cercanos / desdicen con callada nostalgia / con su silencio oculto /
con su manera de morir interminable / de ser siempre los mismos / tan lejanos
// nada por los muertos / es poco lo
posible por los vivos (p.22)
El camino hacia el descubrimiento
debe ser el camino del artista, un nuevo proceso que reconfigure el uso de la
atención a favor de un nuevo sistema sensorial, la novedad de este sistema
radica en el uso consiente de cada sentido; este es un trabajo que involucra al
cuerpo, la psique, y los sentimientos, o al menos, poner esas partes en vías de
su integración mancomunada para el logro de una más fina y verdadera esencialidad
humana, creando así una mirada verdadera hacia la vida verdadera. Pero este
proceso no tiene garantías de ser permanente, puede ser confuso y doloroso; con
una mirada más objetiva, más humana, la muerte aparece: Demasiados cuerpos tendidos / y erosión // se confunden en violenta
geología / familias abatidas con aquel suelo incierto / fragmentado / nada
aprendemos (p.24)
No sólo la muerte y sus máscaras
se erigen ante el que busca, también el Diablo se hace presente: poco que decir / a quien no entiende sino ser
agresivo / idiota / líbido como baba / áspero como sapo // demasiadas ganas de
no hallarse (p.26) en Cruel,
Portella se traza un camino hacia la libertad, es un paso hacia lo opuesto de
la crueldad, hacia un lugar libre de vicios éticos, morales, un lugar donde la
vida prevalezca lejos de la intuición de lo que parcela la sacralizad del
existir: corre / la muerte y la culpa nos
persiguen (p.36)
El libro de los falsos navíos fatigados (segunda obra de Resquicios), alude al viaje de Ulises, es una travesía nocturna
señoreada por la presencia de la fatiga, imagen prima de muerte. Son textos en
prosa escritos desde otro ángulo, cada poema pareciera ser la anotación de un
navegante por cada puerto, donde la fatiga
determina el estado físico, mental y emocional de los seres que los
habitan. La ciudad, la casa, la esquina
del cuarto, los hospitales, todo nos deja una sensación de lentitud y mareo,
sentimos el peso de un viaje automático, es un paso más adentro en el infierno
de la inconciencia: A veces la violencia,
recién nacida, redestallada. Pasa un segundo y todo se repite (p.46) ó de las olas nacen otra vez abejas.
Palabras. Olas. (p.47)
Álgidos hospitales, el último poema de El libro de los falsos navíos fatigados, encierra toda la magnífica
metáfora que desde Homero fascina al hombre, esta vez nuestro Ulises no lucha contra el canto de las
sirenas amarrado al mástil, nuestro héroe es un ser más frágil, enfermo por el
vaivén del tiempo, por cada cresta que se eleva y disipa de un lado a otro
vuelta consecuencia de sus actos, es un ser enfermo y perdido en medio del mar,
sufriendo la travesía de la vida por la vida: El temor. El casco da de tumbos. La marea. A veces una pesadilla
persiste con los ojos abiertos. Te mareas. (p.53)
***
Jorge Gustavo Portella |
El pasado 4 de abril, Jorge
Gustavo Portella, no sólo hubiese cumplido un año más de vida, sino que
casualmente, el mismo día de su nacimiento, nuestro poeta Jorge, hace poco más
de un año, nos dejó físicamente en la ciudad de Caracas. El encuentro con él,
la charla, el agradecimiento, ya no será posible ante su persona, pero sí ante
ustedes.
Jorge Gustavo Portella, poeta,
narrador, profesor universitario, ganador de importantes premios literarios por
su obra poética y narrativa, representante de Venezuela en varios eventos literarios
fuera del país, uno de las voces más destacadas de su generación y más
influyentes de mi adolescencia, ha dejado su cuerpo pero nos ha legado una
importante obra. Su recomendación y mandato a quienes lo leemos y respetamos,
ya respiraba entre sus textos antes de partir: Es de noche todavía / continuemos.
Víctor Manuel Pinto.-
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