viernes, 3 de agosto de 2012

"Resquicios" de Jorge Gustavo Portella



Hace poco más de diez años me encontré con la poesía de Jorge Gustavo Portella. Una serie de poemas pertenecientes a su libro Resquicios, (trabajo que reúne dos poemarios: Cruel, con el que fue merecedor del Premio de Poesía “Tomás Alfaro Calatrava” auspiciado por el CONAC y el Libro de los falsos navíos fatigados). El valor, la crudeza y al mismo tiempo la ternura de la obra de Portella, me abrieron un nuevo horizonte de búsqueda.

Guardé aquellos poemas publicados en una revista dominical encartada en un diario de la ciudad de Valencia, recuerdo haberlos mecanografiado, recuerdo incluso haberlos pegado en la pared de mi cuarto, y con el tiempo, la tarea de ubicar al poeta, de agradecerle en cierta forma el haber direccionado un poco mi confusión hacia lo que considero esencial en la poesía, también se fue quedando en un recuerdo.

Fue hasta el año pasado (2011) en una del centro de Valencia, escondido entre un montón de libros, alumbraba una pieza de arte Moche, cultura que habitó entre el 100 a. C. y el 700 d. C, el antiguo Perú, país donde nació Jorge Gustavo Portella en 1973. Ese hermoso objeto de arte ilustra la portada de Resquicios; 10 años más tarde al fin tenía el libro en mis manos. Los versos se reconfiguraban en una memoria emocional que los reconocía nuevamente, sentí más cercanía y empatía, sin embargo, una vez más, pospuse su búsqueda y el encuentro.


Resquicios es un libro agudo, una mirada afilada a hechos cotidianos, pero sin el abordaje fácil al que estos hicieran su remisión en lenguaje. Los textos son la visión integradora de una mirada que desglosa y separa el mundo para reordenarlo a través de una perspectiva sensible en la que se tiene conciencia del cuerpo y su fragilidad, su poca pertenencia a un alma que deambula y duda influenciada por los choques externos: Una parte del cuerpo en el aire / siempre sujeta a su destino (p.17) Leemos un sufrimiento por la impermanencia de la unidad, por el desconsuelo de la deconstrucción física, una mezcla entre esclavitud y automatismo continuo: tantas maneras / para quebrarse siempre en el mismo espejo (p.16).


A pesar de una oscuridad en la atmósfera de los textos, no es una escritura de quejumbrosa. La poesía de Portella mira a través de resquicios un mundo donde la conciencia no es un amague o un golpe de suerte, sino una luz más perenne. Se observan en sus poemas instantes luminosos, que parecieran emerger de esa luz atesorada, momentos que nos dejan un sentido de alcance y perdida simultáneamente: voces inútiles en las esquinas / donde el recuerdo asoma sus borrachos / y la luz mestiza cede / como los ojos bajos de aquel amor (p.18)


Sin embargo, pese al sufrimiento al que nos envía el no poder asir lo sublime, Cruel, primer libro de Resquicios, es un trabajo enormemente tierno, las imágenes cotidianas con los elementos que la conforman orbitan alrededor de un cariño brillante, creando así un sistema personal que al mismo tiempo se hace colectivo, haciéndonos participantes de su experiencia: Pareces / un vagón del metro / más pequeña   más frágil / como cristal cediendo lentamente (…) inevitable amor de último momento / desesperado / urgente // mi lugar. (p.20)

Jorge Gustavo Portella sufre el llamado de una vida y la falta de atención por esa vida. Intuye y combate los peligros del ego, la vanidad, el Diablo: va grabando su nombre / nos consume cada vez que triunfamos. // nos distraen las pequeñas batallas / y nos vence (p.21). El deseo y el esfuerzo por unificar el sistema interior que rige la visión perceptora del mundo externo, y la observación de los procesos internos esa unión es uno de los trabajos de un poeta real a lo largo de su vida: quizás los más cercanos / desdicen con callada nostalgia / con su silencio oculto / con su manera de morir interminable / de ser siempre los mismos / tan lejanos // nada   por los muertos / es poco lo posible por los vivos (p.22)

El camino hacia el descubrimiento debe ser el camino del artista, un nuevo proceso que reconfigure el uso de la atención a favor de un nuevo sistema sensorial, la novedad de este sistema radica en el uso consiente de cada sentido; este es un trabajo que involucra al cuerpo, la psique, y los sentimientos, o al menos, poner esas partes en vías de su integración mancomunada para el logro de una más fina y verdadera esencialidad humana, creando así una mirada verdadera hacia la vida verdadera. Pero este proceso no tiene garantías de ser permanente, puede ser confuso y doloroso; con una mirada más objetiva, más humana, la muerte aparece: Demasiados cuerpos tendidos / y erosión // se confunden en violenta geología / familias abatidas con aquel suelo incierto / fragmentado / nada aprendemos (p.24)

No sólo la muerte y sus máscaras se erigen ante el que busca, también el Diablo se hace presente: poco que decir / a quien no entiende sino ser agresivo / idiota / líbido como baba / áspero como sapo // demasiadas ganas de no hallarse (p.26) en Cruel, Portella se traza un camino hacia la libertad, es un paso hacia lo opuesto de la crueldad, hacia un lugar libre de vicios éticos, morales, un lugar donde la vida prevalezca lejos de la intuición de lo que parcela la sacralizad del existir: corre / la muerte y la culpa nos persiguen (p.36)

El libro de los falsos navíos fatigados (segunda obra de Resquicios), alude al viaje de Ulises, es una travesía nocturna señoreada por la presencia de la fatiga, imagen prima de muerte. Son textos en prosa escritos desde otro ángulo, cada poema pareciera ser la anotación de un navegante por cada puerto, donde la fatiga determina el estado físico, mental y emocional de los seres que los habitan.  La ciudad, la casa, la esquina del cuarto, los hospitales, todo nos deja una sensación de lentitud y mareo, sentimos el peso de un viaje automático, es un paso más adentro en el infierno de la inconciencia: A veces la violencia, recién nacida, redestallada. Pasa un segundo y todo se repite (p.46) ó de las olas nacen otra vez abejas. Palabras. Olas. (p.47)

Álgidos hospitales, el último poema de El libro de los falsos navíos fatigados, encierra toda la magnífica metáfora que desde Homero fascina al hombre, esta vez nuestro Ulises no lucha contra el canto de las sirenas amarrado al mástil, nuestro héroe es un ser más frágil, enfermo por el vaivén del tiempo, por cada cresta que se eleva y disipa de un lado a otro vuelta consecuencia de sus actos, es un ser enfermo y perdido en medio del mar, sufriendo la travesía de la vida por la vida: El temor. El casco da de tumbos. La marea. A veces una pesadilla persiste con los ojos abiertos. Te mareas. (p.53)


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Jorge Gustavo Portella


El pasado 4 de abril, Jorge Gustavo Portella, no sólo hubiese cumplido un año más de vida, sino que casualmente, el mismo día de su nacimiento, nuestro poeta Jorge, hace poco más de un año, nos dejó físicamente en la ciudad de Caracas. El encuentro con él, la charla, el agradecimiento, ya no será posible ante su persona, pero sí ante ustedes.

Jorge Gustavo Portella, poeta, narrador, profesor universitario, ganador de importantes premios literarios por su obra poética y narrativa, representante de Venezuela en varios eventos literarios fuera del país, uno de las voces más destacadas de su generación y más influyentes de mi adolescencia, ha dejado su cuerpo pero nos ha legado una importante obra. Su recomendación y mandato a quienes lo leemos y respetamos, ya respiraba entre sus textos antes de partir: Es de noche todavía / continuemos.


Víctor Manuel Pinto.- 

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