viernes, 3 de agosto de 2012

"Mecánica" por Alberto Hernández


Este libro de Víctor Manuel Pinto es la memoria de la cotidianidad familiar. Es un compendio de recuerdos, de trozos sueltos de la casa y del lugar donde la palabra, la que se hizo páginas, aún tiene asiento en la calle donde probaban los carros recién salidos del taller mecánico. Es la historia de un oficio, pero también la de un silencio enmarcado en el paisaje del dolor por el padre. Es la historia de un hombre y una mujer. Y la de un niño que rescató de su pasado las imágenes más cercanas. Más allá, es la historia de un país muy personal anclado en el recuerdo de quien hoy lo escribe y lo hace poesía.


Mecánica, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Valencia, 2005, publicado por ediciones Poesía de la Universidad de Carabobo, recibió el beneplácito de un jurado conformado por los poetas María Baranda (México), Martín Gambarotta (Argentina) y Adhely Rivero (Venezuela).

Cuando un carro se queja/ él conoce la avería/ y dice sin esfuerzo/ el nombre de la pieza// sin embargo/ anoche me vio de lejos// compraba cigarros/ a las puertas del bar// su experiencia no alcanza/ a conocerme la falla. Pinto escribe sin adornos. Su discurso es directo. Quien dice es testigo y vidente: la voz lo descubre parte de una vida donde la tristeza es la tragedia guardada bajo la estructura de un motor. Quien escribe se sabe dueño de los olores del lugar, de las horas de la noche y de la soledad de la mujer que espera. Un mecánico es un símil permanente, una suerte de enfermedad recién curada. Es siempre un como, una comparación atemporal. La sencillez de la vida tiene en este poemario la misma lucidez de la ternura. Quien escribe al padre lo sabe cotidiano, forjador del día a día. Un padre va al trabajo o viene de él. Un poema va y viene en las dolencias, en el anuncio de una muerte en preparación. El hombre es sabio en motores, pero no arriba al corazón del hijo. No tiene llaves para hacerlo parte de su sapiencia. No obstante, hace tiempo dijo que dios lo olvidó/ y se acuesta en fiebre y temblores/ apretándome la mano.

(Esta crónica se solidariza con el poeta de Mecánica, con el que recoge los pedazos de quien bajo un motor advierte la lumbre del barrio, la lámpara - la única -  encendida para no extraviarse en el sueño. Años ha, una calle larga, un portón inmenso, un triste cementerio de automóviles, sin horizonte no más allá de carrocerías, chasis, cauchos desgastados y un penetrable olor a gasolina y aceite. Y entre tanta chatarra, la imagen del hermano, que es como decir el padre, sucio, carcomido por el trabajo, el tabaco y las cervezas).

Y un rato más, pasadas las páginas, el hogar, la tristeza, la soledad, el temor a la muerte. La mujer, la madre, la esperada en el trajín de los días: Todo hombre recuerda una tarde con mujer/ y él la cuenta sin pensar en el dolor el banco y las heridas// el barrio era pequeño/ y los venados bajaban con el sol a las 4/ en esa loma se tendieron con un mantel y la hierba// mi madre asustada con sus 16/ y él decidido a la vida como una cala blanca// el matrimonio y el abismo vendrían después/ por ahora se necesitaba el cuerpo/ para inviernos y veranos// sin ropas ni quilates/ sólo la luz del araguaney/ y el brillo del esmalte en sus sonrisas// cuando él lo pedía/ deslizándole en el dedo una arandela. Una historia donde el amor deja de ser una metáfora para ser arraigo y exilio, la puesta en marcha de la desesperanza.

Anatomía de la angustia de un país repetido. Este libro es también la vida de un lector, el que se sabe olvidado por el tiempo, el que dejó el padre a mitad de camino. Quien lee este poemario tiene la potestad de retornar al lugar donde calles y aceras eran compartidas. Casa y corredor, patio trasero donde el taller se desarmaba en los golpes del martillo. Quien lea este libro no podrá salir de él sin decirse desgarradura, ausencia, final de partida, porque este es mi viejo/ el que sabe descifrar la música/ del vientre de los zancudos/ y me dice/ escucha…/ es el silencio.




Alberto Hernández



Alberto Hernández (Calabozo, Venezuela, 1952). Poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, postgrado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar. Fundador de la revista Umbra. Colaborador de revistas periódicos nacionales y extranjeros. Ha participado en encuentros de poesía en EEUU, Colombia, México y otros países. Forma parte del Comité de redacción de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano y al árabe. Puertas de Galina (2010) es uno de sus libros más recientes. 

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