viernes, 3 de agosto de 2012

Luis Ángel Barreto



Luis Ángel Barreto



Arquelogía


Antes
mucho antes
nos juntábamos varios para jugar.
Sólo la tierra era necesaria
un patio con arena
sin límites
el mundo era infinito hacia abajo.
Con manos limpias, ansiosos
como frente a un pastel de cumpleaños
en círculo
comenzábamos a amasar la tierra fría
a abrazarla, a arañarla
a quererla abrir.
Sentíamos las irregularidades de ese terreno
lo comparábamos con el cielo
acariciábamos sus oquedades
sus bocas secas.
Nos aferrábamos a los oteros, con rabia
para destruirlos
hacerlos polvo.
Preparábamos nuestras palas endebles

empezaban las excavaciones
los agujeros.
Era necesario introducirnos en la tierra
era necesario descubrir
ensuciarse.
Nos hundíamos en el misterio de los que mueren
de los que han sido recluidos en la tierra
para siempre.
Algo tenía que haber allá adentro
los tesoros debían estar en alguna parte.
A veces se hallaban durezas distintas.
Un día, el cadáver de una tubería olvidada
que quizá condujo al océano azul de los atlas.
En otro, una partida osamenta
siempre minúscula, irreconocible.
Aún no los cofres sellados de madera
ni las monedas brillantes con perfiles y pájaros
aún no el esqueleto bien formado de algún transeúnte
ni un mapa impreciso
ni restos de alguna especie extinta.
Pero no mermaba la fascinación de lo oscuro
esa abertura donde cabríamos completos
la fascinación de hundirse.
Así era antes
cuando éramos niños.
Hoy te pido que hagamos eso de nuevo
nosotros dos
en este huerto distinto y solitario
aunque el tiempo cambie sus ritmos.

Juguemos a escarbar.



Piedra


Volví a pasar por aquella acera sombreada
¿recuerdas?
El único lugar de esa calle donde el sol se desganaba.
Y allí estábamos todavía sentados
con una mueca de desafío
de eternidad recortada
con la certidumbre de no saber
inoportunos
hechos de la misma sal
queriéndonos encerrar en un puño.
Allí estábamos todavía sentados
puestos en remojo
en agua hervida
con los pedazos bien pegados
sin reflejarnos en ninguna superficie
desterrados y fugitivos
ennegrecidos, chamuscados.
Allí estábamos todavía
reídos
en franca descomposición
como esculpidos en piedra caliza
en esa embarcación hecha de sombra con filtraciones
dibujando un círculo perfecto.



Paraguas


La entrada a los salones, las escaleras
los corredores, levantarse de las sillas con rapidez.
Saludarse con un beso indeciso, mirarse a los ojos
o a la grieta de la boca.
Ver la hora, hacer un ademán de apresuramiento.
La taza de té, las manos, sus líneas cruzadas
la risa escasa, insegura.
Los libros, sus hojas, sus letras y espacios.
La caída de la noche, la difuminación de las sombras.
Palabras, cientos de palabras
mantra del nerviosismo
palabras que caen al suelo y se buscan con impaciencia.
La respuesta a la pregunta.
Otra vuelta estéril y desinteresada al cubo mágico.
El viento que nos despeina por dentro.
La llovizna, el relámpago.
Volvemos a preguntar, a subir escaleras
a recordar nombres y lugares
felices de no acordarnos de que existen los paraguas
de que hay cosas que comienzan
y que después no sabemos cómo terminar.





Luis Ángel Barreto (Maracaibo, Venezuela, 1979). Poeta, editor. Licenciado en Filosofía por La Universidad del Zulia. Cursante de la Maestría de Filosofía en la misma casa de estudios. Ha publicado el poemario Arqueología de olores (2007), ganador del Certamen Mayor de las Artes y las Letras 2006 por el Ministerio de Cultura. ha sido incluido en varias antologías poéticas. 











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