viernes, 3 de agosto de 2012

Los movimientos de la rosa



Rosae rosarum, del poeta Reynaldo Pérez Só, es un libro que nos detiene no para inmovilizarnos, sino para sentir el fluir de los movimientos internos del cuerpo que toman forma en los ritmos de sus poemas. Más que detenernos, nos ofrece la valiosa oportunidad de la pregunta interior ante la forma de percibir un mundo que aguarda por un poco de atención, que se asemeja a una pieza que espera por el encajar de otra para poder reconfigurar a través de la conciencia, un organismo con base en la unión y con propiedad de los sentidos.

Cuatro libros que se convierten en cuatro tiempos y cada tiempo pareciera acentuar un sentido diferente, sin dejar a un lado el resto del aparato sensorial humano en cada poemario. Pero esta canalización de los sentidos no se queda sólo en la mera percepción para la elaboración pictórica de la imagen exterior, sino que sirven como un instrumento para retraer el mundo, evaluarlo, internalizarlo a través de un proceso en el que se involucra directamente la conciencia, que busca recrearse en las percepciones. Es un verdadero proceso creativo en todo el sentido de la palabra.


Tremor, libro, tiempo o sentido que abre Rosae rosarum nos ofrenda un conjunto de imágenes familiares, tanto en la obra de Reynaldo, como para nosotros mismos, es un libro con el olor de Reclamo (1992) sin embargo, emerge en otro tiempo, con un mayor énfasis en los sentidos, donde la creación de la imagen, a pesar de ser generosa, se achica más para su asociación con el interior. Lejos de cualquier juego lúdico, y más lejos aún de cualquier giro surrealista, estos poemas se inscriben en la dificultad para la vista ávida de facilismo, o acostumbrada a la poesía de los somníferos. Para la mente abierta, que recién parpadea, los poemas de Tremor son un llamado a mantenerse alerta, porque el sol está próximo y la vida no espera:



date prisa no le digo a la piedra
pero sí hermano cuerpo
acaba

(…)

no circules que el viento
no se aviene
y el agua es demasiado

yo tenía un cuerpo duro
y nada hermoso
yo tenía un alma acostada
en ese cuerpo

(p. 13)

Existe un hilo conductor entre los cuatro libros que conforman Rosae rosarum, y en ese hilo hay un pequeño nudo, un nudo inteligente, que es apenas palpable en la cuerda de la lectura de corrido de esta obra. En Buscada (segundo libro del compendio) hay un énfasis por la conciencia de lo físico que sirve como pie de expresión de ese mismo intento de comprensión que significa la búsqueda, de desglosar la percepción del mundo cuando forma ya parte del interior y trabajar para dejarla allí, con la posibilidad de que en sus espacios el alma logre una unión coherente y consciente. El penúltimo poema de Tremor, se asemeja a ese pequeño nudo, a ese paso que inaugura otro movimiento para seguir el camino hacia Buscada.

él
no tiene un espejo
no tiene un espejo
se responde
él
cuando su mano
se apoya
en su otra mano

tibia
una
fría
la otra

(p.31)


Esta especie de asombro ante la sencillez y una aproximación diferente hacia lo corporal, sólo es posible mediante un enorme, constante y disciplinado llamado de atención hacia el cuerpo y por el cuerpo. En Buscada, el cuerpo es el blanco de los sentidos, no en una confrontación, sino en una cooperación que gobierna la voluntad.

la llegada de
su cuerpo
que no llega de ser
más próximo
al engaño
porque desea no
dormirse
y se duerme

(p. 43)


Pero la presencia de lo físico sólo es referencial, sirve como guía a un conjunto de significaciones internas que espejan la complejidad de ese proceso de creación en la expresión, hecha poema. La expansión de una conciencia del cuerpo que pareciera remitirnos a los orígenes de la vida:

carne
disuelta es su cuerpo aquí
allá

(…)

apoyado sí
apoyado sí en que su carne puede
hacer una figura
temblorosa
que recuerda un ave
cruzando la mar sin referencia alguna la sal
en el océano

(p. 47)


Este proceso de comprensión, asimilación y, valoración del cuerpo, el redescubrimiento de sus posibilidades y alcances a favor de un despertar, a favor de la integralidad humana, es demasiado difícil de sostener, de mantenerlo firme, el mundo y sus distracciones y banalidades nos lleva de una ola a otra, sin embargo, la belleza sobrecogedora de este poema, la figura temblorosa de un cuerpo en movimiento hasta recrear un ave sobre el mar, toda esta agudeza se afinca en la disciplina de un  trabajo físico, mental y espiritual. La suma de estos tres esfuerzos o movimientos, logra a través de los poemas reconstruir un estado de conciencia que una vez o siempre ha estado allí, con un precio que no pagamos para su revelación, es un proceso real y trascendente, que sólo ocurrirá por y a partir de nosotros, a partir de conocernos en los límites del bien y el mal, de la rebeldía y la obediencia, no sólo al otro, sino ante el propio cuerpo que alberga nuestro ser:

cuerpo cuerpo
caballo de día
y noche quien te bendice y te da
de comer
te toca
tu crin te
acaricia

(…)

caballo dos veces
cuerpo
para tenerte ahí en un milagro
de arenas y desiertos

(p. 53)


Poemas de la cuesta representa un nuevo movimiento, un nuevo uso del discurso, que en apariencia pareciera romper con el entramado lingüístico de Tremor y Buscada. Es el lenguaje subordinado al paisaje. Poemas de la Cuesta, libro escrito es las Islas Canarias, se presenta como un documento de cartografía compleja. Tierra y carne, paisaje y cuerpo hilvanan una corriente de aire espiritual y reflexivo que nos golpea de entrada, es un nuevo estado de percepción, un asombro permanente en el que se descubre el espacio geográfico donde habita el espacio físico que alberga el alma.


En lenguaje en cierta forma más lineal, deja abrir a través de la geografía que se erige en los versos, momentos de una visión integradora de lo físico, el intelecto y el espíritu, como si la misma geografía se comprendiera de la unificación de estos tres centros y el portavoz descubriera entre una fascinación única y fina en los sentidos su parentela con la tierra, sin metaforizar o filosofar. De este modo el poema se convierte en una especie de mapa, en un  registro de esos instantes de redescubrimiento de algo que de una forma u otra nos ha habitado siempre. Sin embargo, estos hallazgos no se presentan con el carácter mecánico de la intermitencia, sino que van ascendiendo y ascendiendo hasta la luminosidad:

La montaña
es una cosa empinada
que nos llama desde la altura
y toda altura es trabajo y todo
trabajo sufrimiento y todo sufrimiento
es quitarnos el aire

(…)

lo del viento en ella
lo de las nubes
son parte de la fotografía
pertenecen al romanticismo
pero no a la falta de aire

(p.80)

La desimbolización de la montaña hacia la realización de la montaña en un asenso físico real, que en sí mismo contiene todo el concepto del símbolo que ella comprende, pero un símbolo interior, un símbolo sagrado, que no es tocado por la representación alegórica, por la metáfora, e incluso por la mudanza de significados de un lugar a otro, buscando aproximaciones para la creación de la mera estampa vacía. Es un ascenso hacia la vida, con la instrumentación primaria comprendida como el cuerpo, y llevando ese cuerpo hacia arriba, lo alto, siempre despierto.

Son innumerables las posibilidades que estos tres libros (Tremor, Buscada, y Poemas de la cuesta) brindan al lector, posibilidades de apertura a uno o varios estados de contacto con algo que la impresión y la atención asumen con familiaridad como real.

Rosae rosarum, punto cumbre en la poesía de Reynaldo Pérez Só,  es un trabajo que exige un mayor estudio, un mayor cuidado debido a su enorme complejidad mística. Por ahora, sólo trataré de extraer parte del resultado que me brindó la impresión de su primera lectura. Dividido en dos partes (Rosae) y (Rosarum) la maestría en el uso del lenguaje, la alternancia y la forma en la que significados y significantes, denotaciones y connotaciones se entrelazan y bifurcan a partir del signo de la rosa abanican un escenario único y multiplicador al mismo tiempo de nuevas significaciones y percepciones impregnadas de misticismo.


No es la sacralización de la rosa, la flor es sólo el instrumento con el que el poeta dibuja un relieve del cuerpo de la naturaleza humana y los símbolos, pasiones y emociones que la gobiernan y desbocan, sin dejar de lado la existencia de una salida posible, de obtener un resultado integrador del ser, así la rosa se vuelve una herramienta que el poeta vacía de su concepción semiológica habitual, y la eleva y cruza, la destrivializa, y más aún, despoetiza, creándola nuevamente una y otra vez, con uno y otro nombre a partir de la búsqueda de ella y sí mismo, a través de la atención puesta en la flor y en sí.


Es un libro que dialoga entre sí, e invita a escuchar y discernir las semejanzas y oposiciones que emergen a partir de la rosa. Rosa Salvaje y Rosa Bermeja, son poemas que ejemplifican en cierta forma esta dialéctica donde lo natural, la pureza, la humildad y sencillez recreada en la imagen de una (Rosa salvaje) hace un contraste con la ilusión que brinda el ritual prediseñado del deseo, la pasión salivosa, la pura emoción jineteada por el impulso sexual de la otra (Rosa bermeja) Son dos fuerzas que danzan tomadas de la mano encerrando entre ellas un concepto del amor real, un amor desconceptualizado de su estado vulgar.  Como si de la oposición entre la pureza y el deseo, entre Dios y el Diablo, allí en el centro, naciera la posibilidad de un equilibrio donde pueda emerger un sentimiento verdadero y perdurable.


La poesía de Reynaldo Pérez Só, goza de grandes singularidades, una de las más resaltantes es su lenguaje, en apariencia sencillo. Por más entramado que se presente, nunca deja de ser un lenguaje generoso. Cada poema retrata, dibuja y borra al mismo tiempo una imagen siempre en movimiento, de manera que el uso de lo físico también se suscribe a esta búsqueda de la rosa, se permuta de símbolo, a elemento natural, a objeto e instrumento, con espíritus y tonos diferentes, pero en cada uno de esos estados, los significados abren otras ramificaciones donde la asociación a través de la lectura, la erige en el interior del lector siempre nueva, a pesar de ser siempre rosa. Es una poesía que trasciende y alcanza la conciliación del signo con lo sagrado, lo vano, el amor, la religión, el hombre y la mujer, la frescura y lo desierto; la rosa se hace universal y desaparece tras el rostro humano, esclavo y siervo de sí mismo, pero también rebelde y fiel a sí.


Los movimientos de la rosa, son la unión de fuerzas que juntas la observan y desglosan y arman nuevamente, a través de una mirada donde el espíritu, el intelecto y el cuerpo han encontrado una comunicación armoniosa entre ellos, y todo lo visto aparece nuevo y sagrado, cada mirada redescubre y posibilita el afloramiento de significados más reales. Esa especie de triangulación interior que apunta hacia la tierra, hacia el hombre y su origen,  encuentra su complemento cuando se dirige hacia las alturas y lo sagrado. 


El trabajo poético de Reynaldo Pérez Só, está signado por la devoción y el respeto a la vida, el lenguaje y el idioma. Es una puerta que siempre está batiéndose, dejando ver un espacio luminoso que pocos han alcanzado en poesía. Su obra, y me permito afirmar, es un gran monumento a la vida y el amor.


Víctor Manuel Pinto.- 

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