viernes, 3 de agosto de 2012

"Volutad para vivir y recrear" por Néstor Mendoza



Escribir un poema es un acto vitalista. Quien escribe halla en la expresión poética una nueva manera de relacionarse con  el mundo: funda una provincia que resiste el paso del tiempo y permite, del mismo modo, articular nuevas voces. El poeta Víctor Manuel Pinto con Voluntad para no matar (2011), su libro más reciente, refuerza esta primera apreciación en torno al poema.
   
Voluntad para no matar es un volumen antológico de toda su producción, vale decir: Aldabadas (2005), Mecánica (2006) y Caravana (2010). Además, incluye una breve selección de textos inéditos. Acoplados, los poemas articulan un nuevo cuerpo estético: ofrecen una lectura renovada que reorganiza de manera orgánica la esencia y estructura del libro. Por ahora, sólo haré énfasis en los textos más recientes. En la primera parte, un epígrafe de Carlos Drummond de Andrade antecede los 10 poemas inéditos. Víctor, en esta sección, transforma motivos relegados, periféricos; escoge situaciones aparentemente comunes y llanas para hacerlas objeto de reflexión. Logra ir más allá de la simple escena contemplativa para encarar el hallazgo. Así vemos, por ejemplo, cómo la muerte se apropia de otra fachada en el poema Dos policías levantan un cuerpo:

Sujeta sus piernas a las tuyas,
que yo abrazo mis brazos a sus brazos.
Siente bien su peso
porque es la ausencia de la voluntad.

¿Ahora ves la belleza del baile?
Los pies y las manos moviéndose junto al otro
en la música que brota de los golpes.

¿Ves toda la voluntad
que impulsa el canto de un hombre en el otro?

Escucha bien el peso de este cuerpo,
que el ritmo de su carne
sea quien una nuestros pasos.
(p. 9)
   
La poesía de Víctor Manuel Pinto se ha distinguido por el afán de exactitud y el trabajo del ritmo. Hay en ella un compás que no le da la espalda al motivo y al verbo sugerente. En el poema La mujer y el bonsay se intercalan dos motivos entrelazados que, al final de cuentas, logran desembocar en un sentido unitario. La analogía entre la feminidad y la elaboración del bonsay dejan de ser referentes aislados: desde ahora, gracias a la síntesis del proceso creativo, son espejos que enseñan un rostro similar:


La mujer se pone aparte de sí misma
y una parte de hombre
en su corte de pelo, y el cigarro que fuma
como varón, ponen a parte la ternura
que no fue perfumada en el cuello.

La violencia sujeta al árbol y su crecimiento,
y es real la pequeñez y es bella la deformidad
y aun natural el olor de las hojas.

La mujer sujeta al pantalón, a la camisa,
a su vida de hombre, sabe halar hacia el tallo
una postura semejante al azote del viento.

Y se vende a sí misma el pecho
y es real el anhelo y aun natural,
cuando camina entre mujeres.
(p. 10)
   

En el poema Trayectoria, el poeta traslada el sentido habitual de la bala y lo deposita en otro espacio: renueva su imagen sacralizándola. Después de esta lectura, la munición tendrá un nuevo matiz semántico:


Si la bala refulge en su caja
y lamiendo su punta la puliéramos
en la camisa o en el pañuelo,
quizás si le damos ese cariño…
o derribando todo de la mesa
pusiéramos su forma en el centro
junto a una cesta de huesos y frutas,
tal vez si le ofrendamos algo así…
o mejor le fabricamos un hombre
con ojos de buey, con lomo de toro,
con un corazón y patas de vaca
para que lo atraviese a diario…
a lo mejor con eso la saciamos.
(p. 14)
   
Los poemas restantes de la primera parte de este libro (Voluntad para no matar ,EgoLos negros y la nieve, Parada y Grasa), poseen una voz similar. Cada uno de ellos, con profundidad y lucidez, acceden a un valor esencial en poesía: el inconformismo.  El poeta logra el hallazgo cuando no se conforma, cuando intenta sobreponer su lenguaje a la monotonía temática y expresiva, al facilismo de un decir cansado y tedioso, sin la arrogancia de la novedad gratuita. Aquí no hallaremos el efectismo que enceguece: encontraremos ese mirar oblicuo con que el poeta detalla los objetos de todos los días. Víctor Manuel Pinto, entonces, asume la realidad e intenta herirla, para ver qué tiene de verdad y de impostura.




Néstor Mendoza



Néstor Mendoza nace en Maracay en 1985. Es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura de la Universidad de Carabobo. Cursa una maestría en Literatura Latinoamericana (Upel-Maracay). Varios de sus poemas han aparecido en las publicaciones electrónicas Sol Negro (Perú), Los poetas del 5 (Chile) y Las Malas Juntas (Venezuela); y en las revistas impresas Poesía (Valencia, Universidad de Carabobo, Venezuela) y Alhucema (Granada, España). Colabora en las páginas culturales de los  diarios El Periodiquito La Costa. Forma parte del consejo editorial de la revista Poesía (UC). En el 2011, con Andamios,  fue el ganador del rubro poesía en el IV Premio Nacional Universitario de Literatura, organizado por la Comisión Permanente de Directores de Cultura de las universidades venezolanas.

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