viernes, 24 de agosto de 2012

Alan Mills



Alan Mills




Leche

Dejé correr la leche en su boca.
Me recordó a una cantante de arias
y su gesto parecido a la desesperación.
La piel se le puso transparente.
El descenso de una serpiente blanca
le andaba por adentro del cuerpo.
Al notar mi cara de espanto,
me preguntó si seguía siendo ella,
o qué diablos estaba sucediendo.
No tengo en mente mi respuesta,
tampoco sé cuántos años pasaron,
desde su última palabra,
hasta que me quedé en blanco.
Quería hacerle el amor a su fantasma.
Hablé con el aire y el vacío.
Fueron siglos de espera por la palabra
que sólo ella podía darme,
pero carecía de habla,
o le era difícil articular algo,
por tener la boca llena de leche.
Le pregunté si era dulce
y abrió los ojos con desmesura,
tragándose toda la luz
esparcida en el área.




El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.




La masa de la tortilla es la masa del amor

Ni todos los compadres
y comadres reunidas,
soplando balas que parecían
Burbujas de Amor,
pudieron henchirlo
de la más rara luz,
apenas un aire desdibujado,
oscureciendo
los cielos negros del Asentamiento,
la hilera de casas más larga
que jamás se haya visto
por nuestros Basurales,
ni todos los compadres
y comadres reunidas,
haciéndole un protocolo
de resurrección cardiopulmonar
que aprendieron en la tele,
durante las noches frías
de nuestro país caliente,
cuando todo el Mundo,
todos juntos hacíamos zapping,
iguales a aquella historia terrorífica,
en la que todos los chinos de la China
darían un salto sincronizado,
haciendo temblar al Mundo,
eran noches en las que deseábamos
que el sol saliera para sentir
nuestra vida de una forma
coherente con el Asentamiento,
la hilera de casas más larga
y más bella,
donde todos los compadres
y comadres reunidas,
soplaban balas que parecían
pececitos dorados surcando el aire
y no era el aire,
sino un agua incapaz de mojar,
un cuerpo más seco que la misma tierra,
entrando en ella como una semilla,
dándole forma al Alimento,
a la Felicidad de todos los compadres
y comadres reunidas,
alrededor de una fogata invisible,
trasmutada en Home Boy Crazy,
iluminando.





Alan Mills (Guatemala, 1979). Es poeta, ensayista y traductor. Ha publicado varios libros de poesía, entre los que destacan: Los nombres ocultos, (2002) Marca de agua (2005) Poemas sensibles (2005) Síncopes (2007) Testamentofuturo (2007). Ha participado en varios festivales en América Latina y en Europa. Colabora con diversas publicaciones en Hispanoamérica. Ha sido becario del Ministerio de Cultura en Madrid. 





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