martes, 3 de marzo de 2015

Euphoria Marina



Tú, agua inútil para esta sed enorme, sed que hasta me agarra con mis propias manos como ahorcándome, sacando hasta mi lengua; tanta agua para el ególatra del cielo y sus criaturas, agua y al fondo babosas encías con corales que abren la sangre del pie de un bañista torpe y borracho, o hinchados todos los dedos de su pisada por las agujas de cariados erizos ocultos en las muelas de piedra. Agua, siempre rechazándonos, empujándonos hacia atrás, desde siempre hacia la tierra. Agua incolora y olorosa al sudor del aleteo fluido de tus criaturas, casi prehistóricas con la mordida frita y crocante, muertas sobre un plato chorreado de limón por un bañista hambriento y borracho. El turista piensa que es hermosa la playa, y hermosa la estampa del salvajismo del mar por echarnos; la cursilería del bañista lo enceguece detrás de los lentes oscuros donde espumea mínima la saliva como una réplica de La Mar: saliva del deseo masculino, saliva del beso femenino de muchacha a muchacha, bailando dentro del agua, locas, casi desnudas, y muchachos lotófagos que fuman sin guerra y sin esposas, mientras La Mar sigue su orden estricto para el funcionamiento de su vida resistiendo al Diesel del barco donde nos parece hermoso el blanquiazul espumoso del motor, y hermosa la pobreza del señor que no bebe, ni baila, ni fuma, apenas lleva la vieja lancha de orilla a orilla, él vive en la guerra del precio que madruga elevándose y subiendo hasta las gaviotas vuela el costo del mercado, y fotografiamos un reflejo de sol en su mano venosa, trabajadora y dura, eso nos haces sensibles, eso nos hace profundos; tú, La Mar, agua inútil, nos pareces a esta especie arrastrada desde tu fondo y erguida para cosas más hondas que tú, más profundas que tú -mira este puño La Mar-, nos parece que te dominamos; ahora salimos nuevamente del agua más vacilantes, ahora llevamos en la mano el vaso térmico y plateado para el trago del mareo, te vemos totalmente dominada, La Mar, y explayamos nuestros cuerpos victoriosos en la silla y la toalla extendidas sobre tu arena.


La Mar, sigue con tus olas de odio, empuja nuestras rutinas reiterativas de basura, y cuerpos exhibidos con licras brillantes, con sombreros tan risibles, empuja la opulencia de los yates blancos, revuelca entre la arena y la espuma a quien no conjure tus santos, a quien no prenda velas a los ahogados en las capillitas de piedra cerca de la orilla, a quien no te haya dado su lágrima más estúpida, su lágrima más sola. La Mar, levanta también tú un puño y golpéalos. La Mar; perdona en tu juicio profundo a quien le llenaste la boca, los pulmones y el estómago de agua, a quien anegaste con la liquidez de tu sal llevándote con la resaca su cuerpo al fondo, desalmándolo, haciéndolo ola, perdona su osadía, su maravillarse con ese reflejo de cielo que no es tuyo, La Mar, no lo hagas ir hasta la orilla vuelto un agua loca y veloz que se arremolina y estira hasta ser nada, o para estrellarse en una piedra hasta ser rocío, o envolver el cuerpo de un hombre, el de una mujer, sin tener una voz, una cara, un cuerpo para ser, y no sólo caer,   revolverse, y anegar todo, hasta matar, bajo la luna y el viento asesino.


La Mar, perdónanos la prepotencia, vivimos fingiendo ser más que ese azul de tu superficie, que no es tuyo La Mar, recuérdalo, ni del cielo, sino del ojo del cuerpo nuestro tan huracanado emocionalmente. La Mar; recibe estas ofrendas de nuestra experiencia, de nuestro fracaso en la ciencia del amar sobre la tierra, recibe lo que al verte nos posee, lo que nos haces, lo que nos dejas; al igual que tú, agua enemiga, vamos y venimos con ganas de tocar el cuerpo amado del hombre y la mujer, y el fracaso por no alcanzarnos nos deja sedientos, y nos ahogamos en la mente y lo que hace, en la mente y lo que dice, en la mente y lo que llora; vivimos ahogados en nosotros mismos La Mar, ahogados por una sed loca de amor, como si con las propias manos nos apretáramos el cuello cortando el aire hasta la asfixia del hundimiento.





Los poemas incluidos en esta muestra pertenecen a los libros Entremarino (2006) de la poeta Cecilia Ortiz, Sal (2013) del poeta Franklin Hurtado, y Álbum de Mar (2014) del poeta Arnaldo Jiménez.




Víctor Manuel Pinto



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